Por Carmen Blázquez Fernández el martes 21 de mayo de 2019
Nuestra forma de vida actual, con las demandas y exigencias que conlleva, propicia que nuestro sueño no sea a veces todo lo reparador que necesitamos y que hayan ido en aumento las personas que sufren trastornos referentes a esta función básica para nuestro bienestar físico y emocional. Como necesidad fisiológica es de vital importancia y restablece nuestras funciones cognitivas, emocionales y físicas. Históricamente y desde la antigüedad siempre ha habido verdadero interés por este estado fisiológico. Antes se consideraba al sueño como una interrupción de los mecanismos que nos mantienen despiertos pero con el descubrimiento de la encefalografía se demostró cómo nuestro cerebro durante el sueño pasa por distintas fases o etapas que son activas y que vienen definidas por la emisión de distintas ondas cerebrales en cada una de ellas. Fruto de este enorme interés, no sólo se han ido conociendo distintas alteraciones y patologías del sueño, sino a su vez, prácticas y eficientes formas de aliviar la mayoría de estos trastornos y poder descansar y dormir de una forma reparadora.
Si no dormimos bien una noche, si no hemos obtenido un sueño reparador las consecuencias al día siguiente las vamos a notar claramente. Pero si este hecho se repite de forma habitual, estaremos más cansados, con menor tolerancia al estrés, nos faltará concentración, tendremos lapsus de memoria y emocionalmente también lo acusaremos, disminuyendo nuestro optimismo y sociabilidad. Aumentará también nuestro apetito y quizá el consumo de ciertos alimentos no saludables, asimismo se puede ver aumentada la presión arterial y tener mayor riesgo de morbilidad cardíaca. Laboralmente hablando pueden incrementarse los errores en el trabajo y los riesgos de accidentes y lesiones.
Como consecuencia de la privación del sueño se alteran nuestros ritmos biológicos, nuestro reloj biológico interno, y esto, aparte de provocar un estado de somnolencia durante el día, puede desembocar en el temido insomnio, siendo este el más común de los trastornos (la Sociedad Española del Sueño (SES) señala que el insomnio es el trastorno de sueño que más habitualmente se consulta en las Unidades de Sueño) y que en estricta definición médica se define como “una persistente dificultad para quedarse o permanecer dormidos lo que deteriora el funcionamiento durante el día”.
¿Cómo mejorar nuestro sueño?
Es normal que una mala noche, como se suele decir, la tengamos cualquiera, y más en períodos de estrés o preocupación que generen algo de ansiedad, pero podemos adoptar determinados comportamientos o “higiene del sueño” que lo facilitan y que implican cambios de hábitos durante el día y la noche.
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Practicar ejercicios de relajación, técnicas de respiración y de atención plena que han demostrado ser muy eficaces para conciliar el sueño y dormir mejor.
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Aunque suene obvio, estar despiertos durante todo el día y dormir por la noche, independientemente del cansancio que se tenga.
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Procurar mantener horarios regulares en la medida de lo posible. Evitar los fines de semana para “recuperar”.
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Realizar ejercicio físico suave de manera regular durante el día (pasear, nadar o ir en bicicleta) durante al menos una hora pero evitarlo 3 horas antes de irse a la cama, sobre todo si es intenso.
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Evitar cenas copiosas o pesadas.
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Evitar sustancias estimulantes (café, té, bebidas energizantes…) sobre todo a partir de las 17.00.
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Si se es fumador o fumadora no hacerlo antes de acostarse. La nicotina libera adrenalina, y la adrenalina es una hormona junto con el cortisol nos mantiene en alerta.
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Mantener una temperatura agradable (alrededor de 18 grados) reducir el ruido y mantener la iluminación en el mínimo.
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No recurra a la automedicación. El tomar medicamentos por su cuenta puede agravar el problema. Lo que puede ir bien a un insomne puede no ser adecuado para otro.
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Evitar el uso de móviles, tabletas, ordenadores u otros dispositivos móviles en la cama ya que la luz que emiten confunden a nuestro cerebro dándole una información que hace que inhiba la secreción de melatonina (hormona del sueño) y siga segregando hormonas que nos hacen seguir en alerta.